Tiempo indolente
Pasan los días indolentes. Se suma el tiempo en las piedras. Se pelan los cables. Se adormece la naturaleza mientras vamos y volvemos, una vez más. El ruido sustituye las conversaciones, las imágenes, la imaginación.
Luces, quietas y en movimiento. Carrilitos y orden, y ordenes, y montones de señales, y de símbolos. Rutina ruidosa y al mismo tiempo silenciosa. Colores vivos y otros mortecinos.
Pasa el tiempo, indolente e insensible, sin sentir nada, atrapando en los ojos las imágenes que te parecen bellas. Recordándolas, repitiéndote a ti mismo que es bello. Pasa el tiempo que no vuelve, un minuto detrás de otro, un café, un cigarillo, te sientas y te sientes a ti mismo, y escuchas a tu organismo y buscas tu equilibrio, ahora, aquí, ayer, anhelando el orden y la lógica. Pasa el tiempo invariablemente, tan en punto, tan preciso. Pasa el tiempo y lo aceptas, y también lo que pasa en él aunque en él nada ocurra.