por Fausto Lipomedes
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14 Diciembre 2009, 20:23
- Etiquetas:#El año sin luz
Y tras la niebla llegó el frío y también , la nieve. Y los pueblos quedaron separados, aislados, a merced de su suerte. Los cadáveres de los seres que se perdieron en la niebla quedaron sepultados para siempre. La tierra quedó cubierta de blanco, y sobre ella también reinaba el mismo color. Sólo algunos caminos quedaron abiertos, pero nadie quería aventurarse por ellos por miedo a los ataques y por la incertidumbre de hasta donde llegaban. Fue un amanecer claustrofóbico, fue un amanecer del que mucha gente no logró salir nunca. Muchas personas no consiguieron volver a salir de casa convirtiéndose ésta en un tumba de frío que no paraba de crecer. Muchas casas de hundieron, las lenguas de nieve lamieron muchas almas, y también muchos cuerpos, de los que ya nada más se supo. Caían por los campos, se hundían en cristales y rápidamente eran cubiertos por otros más que no paraban de caer del cielo. La tierra se encargaba de absorberlos, de esconderlos entre el fango, de llevárselos nunca se supo donde. Fue el año en que los propios árboles se enroscaron en sí mismos tratando de protegerse. El año en que se nos congeló el aliento, aquel en que tantas gargantas se helaron para siempre, aquel que nos separó, que nos hundió en la soledad de nuestra melancolía, cuando ya no volvimos a saber el uno del otro.