Anidando
Lo que yo te diría es que si encuentras un espacio, por paradójico que te pueda parecer, en el que seas capaz de reconocerte, de sentirte confortable, de crecer, o al menos de hacerlo con tranquilidad, haz nido en él.
Que no te importe lo que te digan que pierdes, que no escuches a los jodidos fanáticos que todo el día te machacan con cómo deberías obrar o con cómo no deberías hacerlo. Pasa de ellos y sigue amontonando briznas de paja en tu nido, ya esté entre las dos ramas de un árbol o bajo la cornisa de un tejado. Que te olvides de toda teoría sobre equilibrios y sobre conceptos abstractos, intuidos, hipotéticos, irreales. Centrate en tus tripas y tejidos, sonríe, relájate, y critica lo que te venga en gana, sin miramientos. Empieza siempre por sentirte bien y después sabras muy bien que hacer. Huye de aquellos que condicionan y te minimizan. Aléjate de ellos, de su toxicidad, de los enfrentamientos que ello conlleva, de los remordimientos que acarrean y con ellos las dudas que te obligan a replantearte quién y cómo eres. Y si para ello has de estar solo, ¿qué importa? ¿Acaso no lo estamos todos? ¿Acaso no es mejor que la tristeza?